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Camino hacia el aguacate

Romer Ortega: la historia de un productor naciente

Tambillo de Bravos, municipio de Linares, Nariño.

Siempre con botas pantaneras, y faltando cuarto para las 5:00 am, Romer Ortega está en camino hacia la finca en la que crece un cultivo nuevo en el que se refleja no solo una alternativa agrícola sino también una alternativa de vida.

En mayo, las mañanas del Tambillo suelen ser frías, y desde lo alto del terreno solo es posible ver un espacio blanco que se interrumpe con la sombra de los arbustos de aguacate que están sembrados a corta distancia del espectador.

De lunes a sábado, Romer llega a las ruinas de una casa de bahareque, deja su morral en una silla, se coloca el sombrero de paja toquilla que lo protegerá del medio día, se enjabona en repelente y se dispone a recorrer el terreno. Examina las germinaciones de maíz y las de frijol, e inspecciona el crecimiento de los zapallos, llega a la cuarta parcela y no regresa hasta la tarde, pues se dedica a trabajar en sus aguacates, deshierbando el terreno y plateando el rededor del arbolito, recordando de vez en cuando la travesía que cruzó para tener su cultivo con vida.

Cuatro años antes, la finca “El Tambillo” era un terreno abandonado cuyas dos hectáreas estaban llenas de una caña áspera que, por más alta que estuviese, no produciría la venta esperada, no solo por la inestabilidad de su precio en el municipio, sino por la falta de cuidado y la maleza desconocida que poco a poco abrazaba el cultivo.

Era una de esas fincas que guardan nostalgia, pues en ella habían crecido un par de generaciones; de ahí el rezago en venderla, y más aún a cualquier persona.

En el año 2017, Romer compró la finca en un intento apurado por devolverle la seguridad a su suegro, quien aceptó sin reparos.

De esta manera, Romer vio la posibilidad de materializar una idea que tenía en mente: no solo quería la tranquilidad de su suegro, sino también que la tierra funcionara.

El municipio de Linares cuenta con un clima templado, lo que le da la posibilidad de producir cultivos como la caña, el café, el frijol y el maíz. Todos ellos muy tradicionales de la región. Ahora, Romer tenía cuatro grandes parcelas en medio de una montaña, en las que si hubiese querido, podía sembrar cada uno de los productos, sin embargo, la idea no era solamente que la tierra funcionara, sino que funcionara para un cultivo de aguacate.

Emocionado con la idea, Romer se documentó acerca del tema de la forma en que solo los intelectuales empedernidos lo hacen: a la fecha es imposible saber cuántas horas empleó para informarse acerca del aguacate Hass; lo conoció por dentro y por fuera a través de la lectura, aprendió con un empirismo puro todo el proceso de cultivo y producción, desde la adquisición de la semilla, hasta su cuidado y posterior cosecha. En menos de dos meses, Romer sabía del tema más que cualquier ingeniero, pero eso no significaba que no necesitara de uno.

Su entusiasmo lo condujo a un ingeniero agrónomo proveniente del departamento del Huila, quien intentó asesorarlo desde la distancia y le vendió aproximadamente 400 brotes listos para plantar. Era el mes de junio de 2018. En ese momento, Romer viajó hasta el Tambillo de Bravos y una vez en la finca, dirigió el proceso de siembra haciendo uso de sus conocimientos empíricos.

La semilla de aguacate había sido plantada, solo había que cuidarla para que creciera sanamente, así que Romer contrató la ayuda de un agricultor veterano del corregimiento. Su nombre es Guillermo Carvajal, y en ese entonces se había comprometido a vigilar el terreno y las nuevas germinaciones.

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Era una de esas fincas que guardan nostalgia, pues en ella habían crecido un par de generaciones; de ahí el rezago en venderla, y más aún a cualquier persona.

Romer regresó a Pasto, confiando en que su proyecto avanzaría, sin embargo no fue así. Uno a uno, los árboles fueron enfermando hasta secarse. Fue allí donde surgió, además de la frustración, la interrogante “¿Qué hice mal?”

Todo tiene una explicación que se resume en “el cultivo de aguacate Hass no es algo que deba tomarse a la ligera”.

En junio, el Tambillo de Bravos suele padecer de sequía, el sol es tan fuerte que se podría cocinar en el suelo sin problemas. Lógicamente, ningún aguacate crecería con seguridad al ser sembrado en el polvo, así que de las 400 plantas que se sembraron en pleno verano, solo sobrevivieron 120, y no solo por el factor climático, sino también por la forma en que se cuidó el cultivo desde el inicio, pues el ingeniero, a pesar de que debía visitar y conocer el terreno, brindó una asesoría negligente, sugiriéndole a Romer determinados abonos o insecticidas con su respectiva cantidad y guiando el cuidado del cultivo de una manera completamente opuesta a los conocimientos empíricos del productor naciente, generándole además una gran confusión.

El desánimo de Romer fue evidente, viajaba con menos frecuencia al Tambillo de Bravos y evitaba llamar para saber del cultivo y ahorrarse nuevas malas noticias. Aunque don Guillermo intentaba resucitar con voluntad agrícola los árboles sobrantes, estos parecían no responder a sus cuidados. Finalmente, Romer se dio cuenta de que el estar ausente en el proceso no era de mucha ayuda.

"¿Quién atranca el Guáitara?"

“¿Quién atranca el Guáitara?” es un dicho utilizado por los habitantes de Linares –dada su cercanía con el caudaloso río— para denominar a las personas demasiado tercas.
Los percances de Romer estuvieron a punto de exigir su renuncia, pues hicieron que este reflexionara acerca del enorme gasto que había realizado en relación con las responsabilidades que tenía en casa. Sumado a eso, varias personas le habían sugerido un cultivo más tradicional y menos engorroso como el café o la caña, incluso se le mencionó la idea de revender la finca.

Contrario a lo que se pensaba, la negación a todas las sugerencias fue rotunda, y a todas las voces de razón que Romer oía, les hizo caso omiso. En vez de escuchar, decidió comenzar de cero: nuevamente se nutrió de conocimiento, esta vez, aprendiendo de su primera experiencia y elaborando planes de la A a la Z en caso de que algo saliera mal. Su alrededor le meneaba la cabeza y volvía a hacer, con un poco más de desesperación, las mismas sugerencias que consideraban más razonables pero, ¿quién atranca el Guáitara?

Romer dedicó el 2019 a buscar un nuevo ingeniero agrónomo, uno que sí pudiera brindarle una asesoría eficiente y escuchara todas sus inquietudes. Cuando lo encontró, este le ordenó que se hiciera un estudio de suelo a la finca, pues antes que nada, es fundamental saber si la tierra es apta para ciertos cultivos. No solo eso, sino que viajó hasta El Tambillo para conocer el terreno y darle un mejor informe de su estado.

Fue así que el ánimo de Romer volvió, pues era un hecho que la finca tenía todas las condiciones para plantar un cultivo de aguacate: la fertilidad de su suelo, la altura a la que se encontraba y la condición de ser un terreno en pendiente. Se supo además que el clima del Tambillo era perfecto para el cultivo, pero para que este progresara, debía ser sembrado entre septiembre y octubre, cuando el clima es más fresco y el suelo más húmedo.

Una vez dada la luz verde para un nueva plantación, Romer se propuso sacar adelante los 120 árboles del primer intento, pero ahora había comprendido que el aguacate es un cultivo que necesita de un seguimiento permanente, por lo menos los primeros seis meses posteriores a su siembra, por lo que en febrero de 2020 decidió mudarse temporalmente al Tambillo de Bravos para preparar él mismo la tierra para plantar las nuevas semillas.

La pandemia fue una suerte de obstáculo que lo mantuvo confinado en el corregimiento hasta el mes de agosto de 2020, cuando finalmente pudo regresar a Pasto e iniciar su nuevo proyecto.
Tras averiguar en diferentes viveros a nivel nacional, se decidió por uno certificado que provenía del municipio de Pitalito, Huila. En él, Romer adquirió 500 brotes de aguacate Hass y una asesoría personalizada que hasta la fecha recibe; mientras que en El Tambillo ya había preparado un reservorio para almacenar el agua de lluvia que no solo le aportaría nutrientes a las plantas, sino también aportaría al medio ambiente.

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En vez de escuchar, decidió comenzar de cero: nuevamente se nutrió de conocimiento, esta vez, aprendiendo de su primera experiencia y elaborando planes de la A a la Z en caso de que algo saliera mal.

Los brotes fueron adquiridos en septiembre del 2020 y sembrados un mes después, el 25 de octubre, cada uno en un agujero de 45cm X 45cm y en fecha de luna llena.

Actualmente, el cultivo ha crecido de manera segura. La finca “El Tambillo” cuenta con cultivos de maíz, frijol y zapallo, pero el producto principal es el aguacate, siendo en total 587 árboles entre los que se encuentran algunos de los 120 de la primera plantación.

Romer luce feliz y demuestra no solo satisfacción sino también mucho optimismo, pues considera que su historia deja una lección de persistencia. Ahora más que nunca, está consciente de que el aguacate es un producto que requiere de un cuidado enorme. Se ha preocupado porque el proceso de crecimiento sea eficiente y para ello inspecciona a diario su tierra y se ha dedicado a fabricar abonos orgánicos que sean sanos para sus plantas.

A través del tiempo y su experiencia, Romer ha aprendido de sus plantas y las mira desde una perspectiva muy humana. A cada una les dedica un tiempo y les demuestra cariño, pues él mismo considera que no hay nada mejor que apropiarse de un ser vivo y cuidarlo para verlo crecer; así mismo piensa en el futuro, y desde ahora está preparando su finca con miras a la certificación, pues quiere demostrar que en el Tambillo de Bravos existe un camino hacia el aguacate.

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...no hay nada mejor que apropiarse de un ser vivo y cuidarlo para verlo crecer.

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